En abril, flores, olores y predicadores.Este refrán atañe a la máxima celebración católica: la Semana Santa, con notas comunes a todas las comunidades que profesan esta religión y la manifiestan en estos días con celebraciones en los templos y en la calle, donde las procesiones dan oportunidad para la exhibición de la rica imaginería que aquellos albergan, con pasos de gran valor artístico, obra de afamados escultores.Es evidente que la Semana Santa adquirió en el pasado otra relevancia. Principalmente, por ser un foco de encuentro social, aprovechado, por ejemplo, para el estreno de vestuario. La situación histórica vivida hace unos años favorecía, casi preceptuaba, la asistencia a los cultos, por el cierre de todo tipo de locales públicos: prácticamente se paralizaba la vida, y todo giraba en torno a las celebraciones religiosas.En las zonas más alejadas de los núcleos de concentración urbana, las parroquias, la Semana Santa adquiría una especial manifestación, digna de amplio estudio. Se evitaba, por ejemplo, trabajar los días principales en faenas propias del campo; la hierba de los animales se recogía días antes del Jueves Santo, para todo el resto de la semana. El día señalado, concretamente, se procuraba reunirse en familia, junto al fogal, haciendo profesión de fe «a su manera», rezando los «cien credos» alguna vez estipulados. La copla popular registra la tradición:

Semana Santa
Satanás, perro maldito, de mí no tengas que ver, que el jueves santo a la noche yo mis cien credos recé.