Fiestas

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Mayo acapara las tradiciones más señeras de Los Realejos. Entre las festividades más antiguas se cuenta la de la Invención de la Cruz, mandada a celebrar por el Obispo Muros, poco después de finalizada la conquista (1.496); fiesta litúrgica que pronto comienza a incorporar diversos regocijos populares: danzas, hogueras (hoy transformadas en pirotecnia), enramadas, arcos de frutos del país, parrandas…Con el paso del tiempo, la festividad ha evolucionado notablemente, llegando a la actualidad en que ha adquirido gran auge el enrame de cruces existentes en los caminos, capillas y casas particulares (variante destacadísima en el barrio de La Cruz Santa) y aquellas hogueras de pretéritas centurias han dado paso al mayor atractivo de la celebración: la grandiosa exhibición pirotécnica de la noche del día 3, al paso de la procesión, en que dos calles, la del Medio y la del Sol rivalizan en la magnitud y espectacularidad de sus respectivos castillos de fuegos, además del adorno de sus respectivas capillas.Esta rivalidad ha sido objeto de estudios etnográficos, por el motivo del llamado «pique» entre calles. Llega a afirmarse que en algunas épocas han estado a punto de declararse «en pie de guerra» y ocasionar graves altercados, vistos hoy como meras anécdotas y como un componente irreemplazable de la fiesta.Un hecho curioso es que cada vecino se adscribe al lugar de residencia durante la infancia y la juventud, no al actual, -conyugal, generalmente-, lo que revive y complica «el pique».Se debe según los estudiosos a la existencia de dos clases sociales bien diferenciadas: los propietarios de la tierra en la calle del Medio, también conocida como Calle de Los Marqueses, y los medianeros y pequeños campesinos de la calle del Sol. Las desigualdades entre ambos grupos sociales habría sido el desencadenante del «pique». La procesión de la Santa Cruz no era sino un pretexto legítimo que permitía la rivalidad y que incluso acabó relegando a un segundo término el carácter religioso de la fecha.Hoy, tras la emigración a Venezuela, las cosas son diferentes. Los contrastes económicos no son tan radicales. Muchos vecinos siguen ligados a la tierra o al comercio. Otros se trasladan diariamente al Puerto de la Cruz a trabajar en el sector turístico y otros compatibilizan ambas funciones.Miles de forasteros expectantes acuden de todos los rincones de la Isla. Quizá no adviertan todos los componentes de esta tradición, bien situados en miradores, carreteras y huertas cercanas, pero quienes gusten del trato directo con los protagonistas advertirán las notas distintivas de una celebración que algunos entienden como despilfarro y derroche sin sentido, pero que para los realejeros es un instrumento de identificación y cohesión como pueblo frente al exterior. La Cruz de Mayo, las Cruces de Mayo, son todo un símbolo en Los Realejos.En el aspecto artesanal destaca el municipio por la fama de sus fogueteros y por su artesanía del calado y la pastelería (los solicitados pasteles de Navidad). El poeta Pedro García Cabrera, de raíces paternales en este pueblo, cantó la tradición que inicia el mes de Mayo, refiriéndose así a nuestras caladoras y fogueteros: «Bordan ellas la ternura,/ bordan ellos

Carnavales locos, gente divertida, cantando y bailando se pasan la vida.Fiestas de enorme arraigo popular, pues son licencia para el disfraz, el humor, el regocijo… En nuestras zonas rurales es tradicional la visita de «las mascaritas» por las casas, solicitando brindis y dinero, a cambio de sus gracias; así tienen oportunidad de reunir golosinas, huevos o algún otro alimento con que convidarse y continuar la diversión.Comida tradicional son las típicas torrijas o rebanadas, a base de pan duro ensopado en leche y huevos, que luego se fríen a sartén y se espolvorean de azúcar; y los ñames, servidos en rodajas, también con abundante azúcar. Licores caseros y vino generoso acompañan a estas degustaciones.Es de justicia homenajear a las costureras populares que de cualquier cosa hacían un disfraz, bien aprovechando un viejo traje en desuso, o confeccionando uno nuevo, de los materiales más insospechados. Se cuenta de una de ellas, famosa por sus creaciones, que allá por los años sesenta eran tantas las solicitudes que, al final, en una ocasión llegó a utilizar su propia ropa interior para que un carnavalero de última hora no se fuera de su casa sin su correspondiente disfraz. Esta anécdota revela la afición por «echarse una máscara», hasta el punto de llegar a agotar las existencias de materia prima.La típica mascarita, con cara tapada, constantes movimientos, traje inusualmente llamativo y voz de falsete, poco a poco fue cayendo en desuso, dando paso a los grupos uniformados, las murgas y las fanfarriasEntidades como el Centro de Iniciativas Turísticas y el propio Servicio Municipal de Cultura organizan los festejos, con un carácter de marcada espectacularidad, de cara a la población y de cara al visitante foráneo. Al mismo tiempo, van surgiendo las agrupaciones, en forma de rondallas, murgas chispeantes por el ingenio de sus canciones y la vistosidad de sus atuendos, comparsas de cálidos ritmos caribeños… En fin, un desborde de colorido, humor, creatividad y euforia que encuentra su apoteosis en el «coso», cada vez más concurrido de participantes y curiosos admiradores.Culminan los carnavales con la quema del Señor Rascayú, símbolo de lo pasajero; un Señor Rascayú que renace cada año con renovados bríos.

«Por San Vicente, alza la mano de la simiente»Este refrán recoge la indicación de que ya se puede iniciar la siembra, en torno a la festividad de San Vicente.Este Santo, de origen valenciano, está ligado a la historia local. En su onomástica, 22 de Enero de 1.609, cuentan las crónicas que cesó la maligna peste de landres (tumores malignos) que afectaba a la población. El Santo mártir había actuado de protector, según la creencia popular.Desde el año siguiente, 1.610, se celebra ininterrumpidamente esta fiesta. El Ayuntamiento del Realejo Bajo entonces promete asistir corporativamente junto con sus habitantes y el beneficiado o Párroco del lugar, a la festividad del Mártir, instituyéndose la «procesión del pendón».Esta tradición se continuó tras la fusión efectiva, en 1.955, del Realejo Bajo con Realejo Alto, dando lugar al actual municipio de Los Realejos.También a finales de Enero, muy próxima a la festividad de San Vicente se celebra la de San Sebastián. Esta tiene lugar en la ermita de su nombre, del siglo XVIII, construida en un solar cedido por la Hacienda de Los Príncipes sobre la primitiva «plazuela de la Cruz de los muertos».

En abril, flores, olores y predicadores.Este refrán atañe a la máxima celebración católica: la Semana Santa, con notas comunes a todas las comunidades que profesan esta religión y la manifiestan en estos días con celebraciones en los templos y en la calle, donde las procesiones dan oportunidad para la exhibición de la rica imaginería que aquellos albergan, con pasos de gran valor artístico, obra de afamados escultores.Es evidente que la Semana Santa adquirió en el pasado otra relevancia. Principalmente, por ser un foco de encuentro social, aprovechado, por ejemplo, para el estreno de vestuario. La situación histórica vivida hace unos años favorecía, casi preceptuaba, la asistencia a los cultos, por el cierre de todo tipo de locales públicos: prácticamente se paralizaba la vida, y todo giraba en torno a las celebraciones religiosas.En las zonas más alejadas de los núcleos de concentración urbana, las parroquias, la Semana Santa adquiría una especial manifestación, digna de amplio estudio. Se evitaba, por ejemplo, trabajar los días principales en faenas propias del campo; la hierba de los animales se recogía días antes del Jueves Santo, para todo el resto de la semana. El día señalado, concretamente, se procuraba reunirse en familia, junto al fogal, haciendo profesión de fe «a su manera», rezando los «cien credos» alguna vez estipulados. La copla popular registra la tradición:

 

Satanás, perro maldito,  de mí no tengas que ver,  que el jueves santo a la noche  yo mis cien credos recé.
 

Los mayores recuerdan con afecto el silencio y recogimiento de los asistentes a las procesiones y el rigor que los propios templos imponían, con abundancia de lutos y velaturas. Esta circunstancia daba lugar a que el día de Resurrección,» la Pascua Florida», los ánimos contenidos desbordasen, y hasta fuesen llevadas a las iglesias jaulas de pájaros que acompañasen con sus trinos los aleluyas y repiques, en un marco ambiental de flores e incienso.Para los más pequeños, testigos distanciados de las manifestaciones, el «tiempo de Pasión» se aprovechaba para el vuelo de las cometas y la captura de aves y de reptiles.

En los últimos años se vienen celebrando dos romerías al Santo. Una, la chica, que tiene lugar el propio día 15 de Mayo, con participación de carrozas engalanadas con motivos típicos del mundo rural y algunas parrandas. Y otra, el último domingo de Mayo, declarada de Interés Turístico Nacional, en que los participantes lucen vestimentas tradicionales y se multiplican las rondallas y los grupos de magos y magas cantando y bailando delante de las imágenes de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, su mujer, y entre las carrozas participantes (generalmente vehículos de motor debidamente acondicionados para realzar el ambiente festero y desplazarse por el recorrido de calles pendientes, excesivamente dificultoso para otros vehículos de tracción animal).

San Isidro Labrador, pon el agua y quita el solTras la Fiesta de la Cruz, le llega el turno a San Isidro Labrador, quien ya desde el siglo XVII comenzaría a despertar el fervor de los campesinos de la zona, debido a la divulgación de sus milagros y leyendas, a raíz de su canonización en 1.622 por el Papa Gregorio XV. Los documentos acreditan que en 1.676 se celebró su primera festividad y la colocación de su imagen en la Iglesia parroquial de Santiago Apóstol, por la iniciativa del mayordomo Marcos Martínez Carranza.En las décadas finales del pasado siglo, la sencilla festividad recobra su preponderancia religiosa, sin perder su profundo sabor popular: parrandas, luchadas, bailes en algunas casas de la vecindad y la tradicional generosidad de los realejeros de Santiago a la hora de obsequiar a los visitantes con los caldos de la zona y buena carne en adobo, contribuyen a potenciar el interés por la celebración de numerosísimos labradores comarcanos.Ya en la presente centuria, pasadas las primeras décadas, experimenta acusadísimas transformaciones que terminan conduciendo a la conformación de la actual Romería, algunos de cuyos aspectos nos acercan a la raíz y esencia de nuestras más viejas y entrañables manifestaciones festeras.En los últimos años se vienen celebrando dos romerías al Santo. Una, la chica, que tiene lugar el propio día 15 de Mayo, con participación de carrozas engalanadas con motivos típicos del mundo rural y algunas parrandas. Y otra, el último domingo de Mayo, declarada de Interés Turístico Nacional, en que los participantes lucen vestimentas tradicionales y se multiplican las rondallas y los grupos de magos y magas cantando y bailando delante de las imágenes de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, su mujer, y entre las carrozas participantes (generalmente vehículos de motor debidamente acondicionados para realzar el ambiente festero y desplazarse por el recorrido de calles pendientes, excesivamente dificultoso para otros vehículos de tracción animal).En el apartado artesanal debemos resaltar con la valoración y cariño que nos merece, la labor callada pero hermosísima de nuestros cesteros, dulceros y caladoras. Cestos para las faenas del campo, para uso doméstico, en la hostelería y en la limpieza pública, forramiento de botellas y garrafas, etc., con varas de castaño, caña o mimbre… Dulces afamados y solicitados cada vez con mayor antelación por su creciente demanda, elaborados con técnicas ancestrales: los pasteles de Navidad, las sopas borrachas, los crocantes… Calados y bordados de primorosa factura, para ropa de cama, mantelerías, ajuares de novia… se afanan en su pervivencia, en esa lucha con la fabricación industrial, con los productos que vienen de fuera pero que ignoran la suave y amorosa dedicación que les imprimen las manos de hombres y mujeres de nuestra tierra. Nuestro gran homenaje a todos ellos y a todos los que realizan labores similares: artesanos de la madera y el metal que confeccionan útiles de labranza (arados, azadas, hoces, herramientas de carpintería…) y mobiliario diverso.

La fiesta del Corpus Christi, de especial relevancia en todo el Valle y de modo particular y notorio en la Villa de La Orotava, adquiere aquí un auge inusitado en las últimas décadas, proliferando el alfombrado de los trayectos procesionales y la realización de artísticos tapices de flores y otros materiales en las plazas y recintos próximos a los templos parroquiales. Esta fiesta, instaurada en las Islas desde la conquista, aúna en sí misma el culto al Santísimo Sacramento de la Eucaristía con la celebración del despertar de la naturaleza.Los Realejos, pródigo en flores, participa con dedicación y entusiasmo creciente en esta festividad. Y se presiente la unidad simbólica del pueblo a través de la flor, la tierra y las horas de trabajo.

San Antonio de Padua tiene su onomástica el 13 de Junio. El Barrio de La Carrera lo celebraba tradicionalmente en el pasado y a él acudían los vecinos y allegados para recibir el pan bendito, junto con la estampa del Santo. Tras larga interrupción, esta costumbre parece recuperarse por los vecinos, lo que indica una especial sensibilidad hacia las tradiciones de los antepasados que tuvieron en su día un gesto de agradecimiento por la intervención del Santo cuando el pan era bien escaso.

A la Corona subimos por Junio, San Juan divinoLa víspera de la festividad de San Juan Bautista, día 23, enciende el pueblo en múltiples hogueras con la intención de «quemarle las barbas al Santo»; son las fogaleras que chicos y grandes se ocupan de preparar días antes, reuniendo los objetos inservibles más dispares.Ese mismo día es tradición el ascenso hasta el monte de La Corona, magnífico mirador natural desde donde se aprecia la plenitud del Valle de Taoro. Antes de la proliferación de vehículos de motor, la costumbre era reunirse la familia y recorrer a pie los estrechos senderos que separan el macizo de la carretera; algunos pernoctaban y permanecían arriba todo el día siguiente, disfrutando del entorno y participando en los actos religiosos y de regocijo, en honor al Santo.

El 29 de Junio tiene lugar la fiesta de San Pedro Apóstol en las inmediaciones de su ermita, que se adorna con primorosos arcos de frutos. A la celebración religiosa le sucedían los baños de mar en las playas y piscinas naturales cercanas.

Por las calendas del Carmen corre el vino, canta el aire, y todos se van de calle para mirar los marinosYa lo apunta el cantar: la cita de julio es en el Santuario del Carmen del barrio de San Agustín, y la nota más característica de la fiesta es la procesión de la Octava, que llevan a cabo los marineros del Puerto de la Cruz, con aclamaciones a su Patrona, ruidosas y aun irritantes para los tranquilos asistentes, pero con un fondo de amor auténtico bajo el torrente de griterío.Tuvo su retablo propio en la primitiva iglesia parroquial del Realejo de Abajo, aunque después, en el convento de frailes agustinos, fue tan venerada que hasta don José de Viera y Clavijo, en su Historia General de Canarias, al describir el lugar menciona expresamente lo fervoroso y solemne del culto que allí recibía Nuestra Señora del Carmen.La piedad popular ha hecho a la Virgen objeto de muchas alabanzas en forma de coplas que encierran el afecto de sus devotos. Y es tradición que a su santuario, ubicado en el mismo solar que ocupaba el viejo convento incendiado en 1952, acuden cada miércoles las madres para ofrecer a sus hijos recién nacidos a la Señora, y encomendarlos a su protección, imponiéndoles el venerado escapulario carmelita.

Santiago y Santa Ana pintan las uvas, y a la Virgen de Agosto ya están maduras. El 25 de julio de 1496, festividad de Santiago Apóstol, el Campamento del Realejo fue escenario de la rendición y del bautismo de los guanches, incorporándose la Isla de Tenerife a la Corona de Castilla. La de Santiago es de las festividades más antiguas, y fue reconocida entre las principales del Realejo Alto, junto con las fiestas de Cruz, San Isidro y Nuestra Señora de los Remedios.

En torno al día 7, San Cayetano, en La Montañeta, se celebra el reparto del pan, «el pan de los pobres» que en su día fue algo más que simbólico.

La festividad de Nuestra Señora de los Afligidos en el Realejo Bajo. La imagen primitiva de Nuestra Señora había recibido en el convento de franciscanos recoletos del lugar de donde procedía un culto muy fervoroso que culminaba en la romería del 15 de agosto con peregrinos de los Realejos, y otra buena gente del norte e isla baja, que acostumbraba a visitarla en dicho convento, de Santa Lucía, al regreso de la romería agostera de Candelaria.Particularmente emotiva es la procesión del «lunes de Afligidos». Parte del remozado templo parroquial de la Concepción, asciende por la Calle del Medio, y en La Callita (antes de Santa Catalina) hace un alto para recibir el afectuoso saludo de los vecinos del Realejo Alto.

 

El último domingo de agosto, en el barrio de Icod el Alto, se festeja a la Patrona de lo emigrantes, Nuestra Señora del Buen Viaje, con participación de los siete cuarteles de la zona. Se trata de una imagen que, por el culto que recibe, es considerada como la segunda Candelaria del Norte.

Mención especial, dentro del amplio abanico de fiestas que ofrece la Villa de Los Realejos, merece la convocatoria anual de “Realexo: Una cita con el pasado”.Una jornada festiva que tiene lugar en el mes de agosto y que está dedicada a la promoción turística y al fomento de los valores históricos y patrimoniales de este municipio. El entorno del casco antiguo da un salto atrás en el tiempo y los vecinos se convierten, a través de su caracterización y vestimenta, en los pobladores de esta zona en los últimos siglos. Además, un gran elenco de actores se ponen en la piel de los personajes más ilustres que han sido protagonistas de su historia, contando en primera persona a los grupos de visitantes los avatares del desarrollo y formación del Realejo Bajo.

En Tigaiga, el barrio crecido a la sombra del risco que viera lanzarse al mencey Bentor en sacrificio ritual, prefiriendo muerte a esclavitud. Muchos cantares populares recogen esta antigua tradición hasta el presente.Este barrio, de ricas haciendas y conservadas muestras de arquitectura tradicional canaria, festeja desde el siglo XVIII a su Patrona, la Inmaculada Concepción. Fue tradicional el pique de sus cuarteles, disputando entre sí por la cantidad de fuegos de artificio y la solemnidad de sus novenas.

 

En La Cruz Santa, Nuestra Señora de las Mercedes es el centro de una festividad donde están presentes la exaltación del campo, en cuanto a la vendimia, principalmente, la artesanía (es muy típica la figura del albardero del lugar, homenajeado en ocasiones), y las jornadas de reinserción social de los presos de las cárceles tinerfeñas, como notas distintivas.

 

Las Fiestas de Mayo acaban con la esperada y concurrida celebración litúrgica y procesión de Nuestra Señora de Los Remedios, registrada ya en la propia Iglesia de Santiago avanzado el siglo XVI.

 

En la primera semana de Septiembre, en los altos de Las Llanadas, se celebra en honor a San Antonio

A partir del año 1.995 se ha rescatado una vieja tradición en el barrio de Tigaiga, consistente en homenajear a San Antonio Abad, benefactor de campos y ganados. La Eucaristía, en fecha próxima a la onomástica del Santo (17 de Enero), se acompaña posteriormente con la bendición del ganado y una romería que concentra una destacable afluencia, donde se dan cita grupos folklóricos de la localidad y de otros municipios.

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